
Pero no todo han sido malas noticias económicas estos días. En medio de tanta inquietud ha habido un dato, la caída semanal de más del 11% en el precio del petróleo, que debería ser visto como positivo, al menos en Europa, tan dependiente de las importaciones de crudo.
La decisión por sorpresa de la OPEP de acelerar el ritmo de subida de la producción a partir de mayo, con un incremento de más del triple de lo inicialmente estimado por el mercado, se unió el jueves al fuerte impacto contractivo sobre las expectativas de crecimiento económico global que generó la imposición de aranceles a todo el mundo anunciada por Trump en la noche del miércoles.
El gráfico adjunto muestra cómo la tendencia del petróleo venía siendo ya bajista prácticamente desde mediados de enero, pero lo interesante es que la caída del jueves y del viernes han llevado al crudo a perforar a la baja los mínimos del pasado septiembre y asimismo los de septiembre de 2022. La sensación es que las caídas podrían continuar, sobre todo si la guerra comercial sin precedentes iniciada por Trump se prolonga en el tiempo.
La bajada del petróleo aliviará la escalada del IPC, compensando, al menos en parte, el impacto inflacionario que tendrán inevitablemente los nuevos aranceles. Ese previsible alivio de la inflación permitirá a la vez a la Fed y a los restantes bancos centrales suavizar las condiciones monetarias, en un momento de gran incertidumbre generada por los aranceles.
Los mercados se autocorrigen y esa "mano invisible" que, según decía Adam Smith, los guía, crea efectos y contraefectos que, al final, ayudan a resolver mejor las situaciones complicadas como la que hoy vive el mundo con la guerra comercial global iniciada por el nuevo presidente norteamericano.
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