
Nuestro valor de la semana pasada, Nvidia, ha vuelto a subir, avanzando un 2,8% en las cinco últimas sesiones y marcando el pasado jueves un nuevo récord histórico de todos los tiempos al llegar casi a 161 dólares por acción, para cerrar finalmente el viernes en 159,25 dólares.
Mientras tanto el petróleo, que se había desplomado mientras Nvidia marcaba su máximo histórico, ha logrado detener su caída, pero solo ha conseguido un pequeño rebote semanal del 1,3% en el crudo ligero (WTI) y del 0,6% en el Brent.
Esos movimientos de Nvidia y del petróleo han tenido como marco el buen tono de las bolsas americanas, en las que tanto el S&P como el Nasdaq han alcanzado nuevos máximos históricos de todos los tiempos el pasado jueves.
Distinta suerte ha corrido el dólar, que ha seguido cayendo frente al euro, si bien en esta ocasión la caída semanal se limita a un 0,5%. Desde el uno de enero el dólar acumula ya una caída cercana al 14% frente al euro, cerrando el viernes en 1,1778 dólares por euro tras haber descendido el martes 1 de julio por debajo de los 1,18 dólares por euro.
Lejos quedan aquellos momentos (no tan distantes en el tiempo) de 2022, en los que el dólar estaba fuerte y rompía la paridad con el euro, llegando a 0,95 dólares por euro el 28 de septiembre de 2022. Lejos quedan también los 1,025 dólares por euro de mediados de enero de este mismo año 2025, e incluso los 1,10 dólares por euro de hace tres meses, a principios de abril.
Ahora, de pronto, el consenso se ha vuelto “dólar bajista” y se da por descontado que los 1,20 dólares por euro serán solo una etapa más en el camino hacia los 1,25 o según algunos los 1,50 dólares por euro a los que se supone que deberá llegar el dólar en su descenso a los infiernos.
Probablemente no hay nada más difícil en los mercados que acertar el curso de las divisas, y eso es, precisamente, lo que nos hace mirar con cierta indiferencia estos pronósticos tan generalizados sobre el curso bajista del dólar. Sobre todo, mientras el dólar siga siendo la divisa de reserva a nivel global, y de momento no se ve ninguna candidata a sustituirla, y mientras la economía norteamericana siga atrayendo inversiones como economía más dinámica e innovadora del planeta.
El gráfico adjunto muestra una clara tendencia bajista del dólar en los últimos tres meses, solo interrumpida a mediados de mayo tras la reunión de la Reserva Federal del 7 de mayo, en la que la Fed mantuvo un sesgo muy restrictivo en su política monetaria, impulsando al dólar hasta cerca de 1,10 dólares por euro. Ahora, por el contrario, parece que la Fed puede ceder ante la presión de Trump y bajar tipos y, además, está claro que no dudará en ayudar al Tesoro en caso de una crisis de deuda.
Eso hace bajar al dólar, pero tal vez convendría mirar un gráfico más a largo plazo para ver como la tendencia larga del dólar frente al euro es alcista en favor del dólar desde los niveles de 1,60 dólares por cada euro de verano de 2008. En ese gráfico largo se ve también como en episodios de crisis de la deuda del Tesoro norteamericano, como en el verano de 2008 cuando el Tesoro americano vio rebajada su calificación crediticia, el dólar subió con fuerza respecto al euro.
Nada está, por tanto, escrito en piedra, en lo que al dólar se refiere, y tal vez sea precisamente eso lo que pueda provocar este verano algunas tormentas imprevistas.
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