Nadie sabe si en un futuro la narrativa sustituirá, como dicen algunos, a la realidad, de forma que nos veamos abocados a vivir permanentemente en una especie de “mundo Matrix” ficticio, pero lo que sí podemos afirmar sin temor a equivocarnos es que, en los mercados financieros actuales, realidad y relato son dos esferas que se entremezclan e interactúan entre sí, hasta hacerse casi indistinguibles. Lo cual no es en sí mismo malo en un mundo en el que las expectativas mueven las cosas y configuran el futuro.
Una buena muestra la hemos tenido la semana pasada, en la que las Bolsas han salido del compás de espera al que aludíamos en nuestro comentario de la semana pasada y han optado por el camino alcista. Y lo han hecho como suele ser habitual contra todo pronóstico, ya que la semana empezó con un enorme temor a que el conflicto con Irán, país super sensible por su impacto en el precio del petróleo, adquiriese una nueva escala tras anunciar Trump el domingo que Estados Unidos había atacado con éxito algunas instalaciones nucleares claves en Irán. Un temor que duró poco y dio paso a la euforia desatada tras comprobar que la respuesta de Irán se limitó a un lanzamiento de misiles con aviso previo, una clara maniobra de consumo interno del régimen de los ayatolás para poder decir a su población que han respondido al ataque norteamericano.
La “narrativa” oficial de Trump no podía dejar de ser triunfalista, en este caso con cierta razón, a pesar del enfado israelí por no haber podido terminar la faena destruyendo definitivamente los activos nucleares iraníes. Y la consecuencia inmediata fue una caída del petróleo del 10% y una fuerte subida de las Bolsas que ha llevado al S&P y al Nasdaq a marcar el pasado viernes sus máximos históricos de todos los tiempos.
En concreto, el S&P ha subido un 3,44% en la semana, el Nasdaq un 4,25%, el Dow un 3,8%, y el Russell 2000 un 3%. Las Bolsas europeas también han subido, aunque menos. El Eurostoxx ha ganado un 1,8% en la semana, el Dax alemán un 2,9%, el Ibex un 0,9% y el Cac francés y el Mib italiano un 1,3% cada uno. Los índices asiáticos no se han quedado fuera de la celebración y el Nikkei ha subido un 4,5% mientras que la Bolsa de Shanghái se ha debido conformar con un 1,9%.
A la vez el tipo de interés del bono del Tesoro americano a diez años (T Bond) ha bajado desde el 4,5% al 4,27% de cierre del viernes y el petróleo se ha desplomado, cayendo los futuros del crudo ligero americano (WTI) un 12,9% y los del Brent un 12,2%. Como es lógico el dólar ha seguido su curso a la baja tras aliviarse las tensiones y cerró el viernes en 1,172 contra el euro.
¿Cuál es la explicación de este cambio de sentimiento tan brusco? Como decía Oscar Wilde las cosas siempre tienen una “buena” razón y luego está la “verdadera” razón, y hay que tratar de indagar en ambas, pero en un mundo en el que realidad y ficción se confunden es difícil, e incluso inútil, diferenciar lo verdadero de lo falso.
Una primera explicación del escape alcista es que ha habido un cambio positivo en la Administración americana y en la actitud de Trump. De su agresividad inicial, bajo el modelo de “guerra comercial total y global” frente a todos, se ha pasado a un enfoque mucho más “pactista” y amistoso con los aliados históricos. El manejo que ha hecho Trump de la cumbre de la OTAN celebrada el pasado martes y la forma en la que ha sido recibido por los líderes europeos, con la ya consabida excepción del español, es una clara muestra de que las cosas han cambiado.
Una segunda razón para el optimismo es que la inflación sigue muy contenida y la economía se mantiene en positivo pese a todo el impacto negativo de la guerra de aranceles. Es verdad que el PIB norteamericano del primer trimestre ha caído, en la tercera y definitiva lectura, que se publicó el pasado jueves, a un ritmo anualizado del 0,5%, pero esa caída se debe al adelanto de importaciones por los aranceles. Quitando este efecto el PIB habría crecido un 1,9% que no está mal, aunque esté muy lejos del 2,9% del último trimestre de 2024. En cuanto a la inflación, el deflactor de gastos personales de mayo (PCE deflator) que se publicó el viernes subió un 2,3% el general y un 2,7% el subyacente, que excluye energía y alimentos no elaborados. Son cifras algo superiores a las esperadas, pero no están mal y con el desplome del petróleo cabe esperar que vayan a mejor.
Una tercera razón es la vuelta a las alzas de las mega tecnológicas con Nvidia a la cabeza. Tras la celebración de su día del inversor, en el que quedó claro que sus principales clientes (Microsoft, Meta, Alphabet y Amazon) van a seguir gastando mucho dinero en inteligencia artificial y por tanto comprando chips a Nvidia, Nvidia ha subido un 9,7% en la semana, acumulando una subida de más del 50% desde los mínimos de principios de abril. La subida se ha contagiado a otras grandes tecnológicas, como las cuatro ya citadas y Netflix, que han tenido también fuertes subidas semanales.
Hasta aquí las “buenas” razones y ahora empezaríamos con las “otras” razones, que tal vez son menos “glamurosas”. La primera es la sensación de que puede haber una vuelta al dinero abundante y barato (“easy money”) por parte de los Bancos Centrales. Algunos miembros de la FED hablan de una posible bajada de tipos en julio, mientras el BCE baraja situar los tipos por debajo del 2% bajando otro cuarto de punto. Pero además la FED ya está anunciando que va a quitar los bonos del Tesoro del cómputo a efectos del coeficiente de liquidez de los Bancos, algo que hemos anticipado en varios de nuestros comentarios semanales y que daría un gran impulso a los bonos del Tesoro norteamericano.
La posibilidad de una vuelta al “easy money” mueve a gran parte del mercado a cerrar precipitadamente las posiciones cortas que se han ido abriendo. Podemos pensar que la fuerte subida del jueves y viernes se debe en gran medida al cierre de las posiciones “cortas” abiertas el lunes para cubrir el riesgo de una escalada en el conflicto con Irán.
A la vez ese cambio mueve a los grandes Bancos de inversión, que hasta ahora habían sido en general prudentes, empiezan a revisar sus estimaciones al alza, a la vista del empuje de las Bolsas. Ha sido, por ejemplo, el caso la semana pasada de Bank of America, que no ve obstáculos a un nuevo tramo alcista en las Bolsas norteamericanas. A eso se une que julio es, en términos estadísticos, el mes más alcista del año en las series largas de varias décadas.
Queda el dólar, que sigue deslizándose a la baja y cerró el viernes pasado en 1,1725 con el euro. ¿Se debe ese deslizamiento a que el dinero está saliendo de los activos en dólares por desconfianza en Trump? Los datos disponibles indican, según una reciente nota de Morgan Stanley, que los inversores internacionales no están saliendo ni de los bonos ni de las acciones americanas, aunque sí parece que los inversores domésticos norteamericanos están diversificando algo sus carteras fuera del dólar. Pero nada indica que haya un desplazamiento muy grande, a pesar de todo el ruido mediático que ha habido en este sentido.
Esta semana tenemos en Estados Unidos los ISM de manufacturas (martes) y de servicios (jueves) y, sobre todo, el informe de empleo de junio, que esta vez se publica el jueves, al ser el viernes la fiesta nacional norteamericana del 4 de julio. Lo más probable es que los datos confirmen la suave desaceleración de la economía norteamericana, lo cual no sería grave.
Pero lo más relevante es la reunión de banqueros centrales en Sintra, auspiciada por el Banco Central Europeo, que empieza el martes. Es el foro en el que hace diez años, en 2015, el entonces gobernador del Banco de Japón, Kuroda, acuñó el “efecto Peter Pan”, según el cual los deseos se convierten en realidad si se persevera en ellos. Kuroda justificaba así que el Banco de Japón siguiera en aquel momento, imprimiendo dinero gratis para que la gente alimentase expectativas positivas y la economía saliera de la deflación.
Tal vez en las nuevas Bolsas de Trump, en las que narrativa y realidad se confunden, los banqueros centrales reunidos en Sintra pueden revivir esa idea del “efecto Peter Pan” como solución a los problemas actuales, sobre todo el problema de la deuda pública. Y tal vez sea precisamente eso lo que están descontando las Bolsas con sus máximos históricos.
De momento, a corto plazo, nada parece impedir que los deseos de los alcistas se conviertan en realidad este mes de julio.
Juan Carlos Ureta Domingo
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