A falta de tan solo cuatro sesiones para finalizar el mes de julio, todo indica que va a confirmarse, una vez más, su bien ganada fama bursátil de ser el mejor mes del año, o al menos uno de los mejores. La última semana ha servido para refrendar esa reputación, con el S&P cerrando cinco récords históricos consecutivos y superando los 6.300 puntos de cierre por primera vez en su historia. El Nasdaq le ha seguido de cerca, con cuatro récords históricos en las cinco sesiones de la semana pasada y con un cierre el viernes, también por primera vez en su historia, por encima de los 21.000 puntos.
En general, todas las bolsas norteamericanas han sido alcistas en la semana. El Dow Jones ha ganado el 1,3% en las cinco sesiones, el Nasdaq el 1%, el Russell 2000 el 0,94% y el S&P 500 el 1,5%. El Nikkei se ha sumado también a la euforia con una subida semanal del 4,1% y otras bolsas asiáticas como las chinas también han subido, aunque menos, el 1,7% en el caso del Shanghai Composite. Sin embargo, no todas las bolsas europeas se han sumado a las alzas. El Ibex (+1,8% en la semana) el Mib (+1%), el Cac (+0,15%) y el Stoxx 600 (+0,5%) han subido, pero el Eurostoxx y el Dax han terminado la semana con ligeras caídas, del -0,1% y -0,3%, respectivamente.
Ese viaje semanal hacia los máximos ha sido propiciado, en parte, por los buenos resultados empresariales, incluidos los de Alphabet, que ha subido un 4,4% en la semana, y los de Verizon, que ha subido un 5,5% en la semana, o en Europa por los de Louis Vuitton (LVMH), que parece estar tocando fondo en su larga corrección bursátil y subió el pasado viernes casi un 4% tras presentar sus resultados trimestrales. Hasta el momento más del 82% de las compañías que han dado sus cifras han superado las estimaciones de analistas recogidas por FactSet.
Pero el verdadero punto de inflexión de la semana, el “game changer” que ha instalado a los inversores en la complacencia extrema estos últimos días, ha tenido como protagonista, una vez más, a Trump. El anuncio en la madrugada del miércoles del acuerdo comercial con Japón y, en menor medida, el anuncio de otro acuerdo con Indonesia y las insinuaciones de que también habrá acuerdo con la Unión Europea, como efectivamente lo ha habido, han servido a Trump para demostrar al mundo que la estrategia iniciada el pasado 2 de abril, Día de la Liberación, es una estrategia ganadora a pesar al rechazo inicial que provocó. Es decir, Trump está demostrando que al final el mundo va a aceptar aranceles del 15% y que todos van a tener que invertir en Estados Unidos si quieren seguir vendiendo al mercado norteamericano. Por eso, las bolsas norteamericanas se dispararon tras el anuncio de Trump sobre Japón, y han cerrado la semana con un tono superpositivo.
Para analizar, en ese contexto, lo que está pasando y lo que puede pasar en los mercados es bueno repasar la respuesta que las distintas bolsas han dado a la aparición en escena de ese “gran disruptor” llamado Trump.
La primera reacción tras el 4 de noviembre fue una gran subida de las bolsas norteamericanas que se prolongó hasta casi el fin de año, y que fue acompañada por subidas algo más moderadas de las bolsas asiáticas, quedándose claramente atrás las europeas. Sin embargo, en el primer trimestre del año las cosas cambiaron, y las bolsas europeas empezaron a recibir dinero de unos inversores aparentemente recelosos de las propuestas económicas de Trump. En los primeros días de abril, tras el anuncio del llamado Día de la Liberación, todas las bolsas sufrieron un auténtico “crash”, pero, a partir de ahí, y esto es lo relevante, las bolsas norteamericanas han vuelto a liderar las subidas, apoyadas en gran medida por las grandes tecnológicas, con Nvidia a la cabeza. Esa remontada llevó a Nvidia hace dos semanas a superar los cuatro trillones de dólares (billones europeos) de valor bursátil, y ha llevado al S&P a situarse cómodamente por encima de los 6.300 puntos, apuntando, según algunos analistas, a los 7.000 puntos a fin de año.
Si queremos resumir en una sola idea la causa que está detrás del extraordinario tono bursátil con el que finaliza julio, esa idea sería, en nuestra opinión, que los inversores finalmente han “comprado” el discurso de Trump. Es decir, por lo que sea, y estén o no acertados, se han convencido de que la “trumponomics” va a funcionar. Las bolsas, sobre todo las norteamericanas, se han rendido a Trump, y ahora todo lo que haga Trump les parece bien, incluso el surrealista sainete que protagonizó el pasado viernes tras su visita a las obras del nuevo edificio de la Fed, en un nuevo “reality show” en el que Powell negaba con la cabeza los datos que estaba dando Trump.
Pero hay una cosa de Trump sobre todas las demás que entusiasma a las bolsas, y es que les promete dinero, mucho dinero. Trump ha abandonado su propósito inicial de rigor en las cuentas públicas (recordemos el famoso DOGE de Elon Musk) y se ha entregado definitivamente a la fiesta del gasto público sin límite, de la deuda gubernamental sin límite y de la expansión de la oferta monetaria sin límite. Y, además, ha encontrado ideas para hacerlo a gran escala, en el más puro estilo “think big” que tanto le gusta, ideas que hemos venido avanzando en nuestros últimos comentarios, y que permitirán aumentar aún más la ya muy elevada deuda pública norteamericana. La primera idea es que los bonos del Tesoro dejen de computar para el coeficiente de liquidez (“leverage ratio”) de la banca, la segunda idea impulsar las “stablecoins” como se ha hecho a través de la Ley Genius, a la que nos referíamos la semana pasada. Con esas dos medidas, Trump amplía la demanda potencial de bonos en unos diez trillones de dólares, alejando el fantasma de una crisis de deuda en Estados Unidos, y ese es el mejor mensaje que pueden recibir los mercados.
Los mercados en abril controlaron a Trump y le obligaron a rectificar, ejerciendo su labor de “bond vigilantes” pero ahora aplauden a Trump, celebran su Big Beautiful Bill sin importarles sus consecuencias, celebran su Ley Genius, celebran que continúe “sine die” la guerra de Ucrania, celebran que ridiculice a Jerome Powell y exprese “de facto” su control último sobre la Fed, celebran todo. ¿Por qué? Una posible respuesta a esa pregunta es que los inversores se han convencido de la bondad de la “trumponomics”. Una segunda respuesta, un poco más cínica, es que Trump da a los mercados lo que más les gusta, dinero abundante y además en breve también muy barato, una vez que la Fed baje tipos hasta ese 1% que quiere imponer Trump a la Fed como objetivo último.
Por su lado, Europa, que afronta a la vuelta del verano un casi seguro terremoto político en Francia, y que es liderada por una Alemania cuya coalición de gobierno es frágil, cada vez se orientará más a lanzar programas amplios de eurobonos, siguiendo así la línea de creciente expansión monetaria que está marcando Trump. Alemania da síntomas de aceptar cada vez más ese escenario, que se presenta en cierto modo como inevitable.
Lo que no sabemos es si todo esto va a funcionar o no. Todo es posible, y la revolución de la inteligencia artificial (IA) va a cambiar el mundo, por tanto, no vamos a descartar nada, pero a medio plazo los riesgos de desorden monetario y financiero son evidentes.
De momento, esta semana empieza bien, con el anuncio del acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea. Es una semana en la que hay muchos eventos importantes, eventos que como dicen los americanos son “make or break”. Entramos en la “gran semana” de los resultados, con casi un tercio de las empresas del S&P reportando sus cifras, entre ellas cuatro de la siete magnificas, Microsoft, Apple, Meta Platforms y Amazon. Se reúne la Fed, en la que al menos dos miembros de su Consejo (Christopher Waller y Michelle Bowman) desean bajar tipos, y se publica el informe de empleo de julio y el deflactor de gastos personales (PCE deflator) de junio. El uno de agosto es, además, la fecha límite (deadline) para negociar los acuerdos comerciales, aunque tras los acuerdos con Japón y con la Unión Europea el tema tiene menor importancia.
Julio terminará previsiblemente haciendo honor a su fama bursátil de mes alcista, pero se acercan tres meses, agosto, septiembre y octubre, que tienen mala fama y que estadísticamente son los que peor han funcionado si tomamos series largas. Tal vez las bolsas empiecen a preguntarse en algún momento de esos tres meses si su idilio con Trump y con el dinero fácil que Trump les promete, puede conducir finalmente a un final no tan feliz.
Juan Carlos Ureta Domingo
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